SUBiTE...si podés

Desde que salgo empiezo a pensar la estrategia para ese día. Decido si me lo tomo en la de siempre o avanzo a la siguiente. Dicen que en la siguiente siempre entrás...es la estrategia de otro que está en la misma que yo. Vive en la zona hace más tiempo, sabe de lo que habla. Camino rápido, voy seria. Se me enfrían las manos y la cara en las pocas cuadras que tengo hasta ahí, pero sé que después voy a pasar calor, así que pienso si sacarme el sweater, o solamente el saco.
Bajo las escaleras y el calor ya empieza a sentirse, somos muchos en la misma. Se escucha el ruido de tacos que van y vienen, el piso es muy ruidoso y resbaladizo, hay que tener cuidado, no sea cosa de agregarle otro disgusto a la mañana con una caída.
Ya estoy abajo, es el momento de verse cara a cara con el resto de los contrincantes. Las miradas se cruzan, pero disimuladamente. Algunos fingen mirar las pantallas, pero sé que están pensando sus movimientos. Nos empezamos a sacar los abrigos uno a uno, nos arremangamos y es momento de esperar...una vez más.
Sigue bajando gente, ¡basta por favor! Buenos Aires rebalsa, no hay espacio para todos y la competencia es cada vez más feroz.
De lejos se ven las luces, y el chillido de las vías. Nos acercamos más al borde hasta casi el límite, llegó el momento de de poner a prueba las habilidades. Algunos afortunados quedan justo a la altura de la puerta, pero todos los que no estamos ahí ya perdimos de antemano. Para el próximo me corro un poquito, ¡espero estar entre los primeros!
Avanzan los minutos y es cada vez peor, por lo visto una gran mayoría de los que estamos ahí llegamos tarde. La puntualidad no es mi fuerte.
Llega el próximo y esta vez estoy dispuesta a dar batalla, no puedo llegar más tarde. Con el saco y la bufanda en la mano, y la cartera arrimada al pecho decido entrar. Me empujan de atrás, pero yo quedo justo en la puerta, no hay más lugar. Me río, y otros se ríen, pero es una risa mezcla de resignación y complicidad. Estamos todos en la misma, pero a la vez unos competimos con otros, y ante el menor roce o molestia, suspiro y resoplido estalla el enfrentamiento. El nivel de sensibilidad por la situación está al máximo y se arma un escándalo. Pero la gente, ávida de sucesos mira atentamente y opina con el de al lado.
Termina el recorrido y después de pendular de un lado al otro según el lado de puerta que haya quedado viene la última parte de la competencia, subir las escaleras. Si tengo suerte y camino rápido puede que quede entre las primeras, es la ley del gallinero. Pero la verdad es que la mayoría de las veces quedo atrás del mar de gente y subo como en una procesión.
Terminó la aventura, y el frío de la calle golpea en la cara, pero es un alivio. Tengo los cachetes colorados y hasta salgo transpirando, necesito el fresco de la calle después de esos doce fatídicos minutos (con suerte).
Me falta un paso más, el colectivo, pero ese es otro capítulo...

1 comentario:

ceci dijo...

qué bueno que alguien por fin comente lo resbalosos que son los pasillos subterráneos! qué odisea rascarse, qué maldición descender hecha una diosa y ascender nuevamente con el make up corrido, la espalda traspirada, el ceño fruncido, los labios para abajo... qué bien que señales esa fraternidad efímera entre los pasajeros!! agghhh..
te solicito plis un post sobre las combinaciones.. d con b y d con c son las peores!!!!!!