¿Habla solo?

Todavía no me acostumbro a ver a la gente por la calle hablando a los gritos o riéndose, mientras hablan por teléfono con sus manos libres. Me resulta un poco chocante, porque la primera impresión que me da, es que están hablando solos, además, me da la sensación de que al hablar en el aire, no hay resguardo, ni intimidad para la conversación. Yo, personalmente, odio que me escuchen cuando voy hablando por celular, evito usarlo en la calle o en el colectivo de hecho, porque a muchos se les da, en el aburrimiento del viaje, por escuchar conversaciones ajenas. No es que mis charlas sean tan interesantes o trascendentales, pero son mías che!

Pies en el aire

Me resultan simpáticas las personas que, sentadas en el colectivo, no llegan con los pies al piso, y si mueven la piernita, más simpáticas aún...claro, yo, en ocasiones, soy una de ellas.


Malas costumbres en un día de lluvia


  • Están los que usan paraguas tamaño sombrilla y ocupan la mitad de la calle con total impunidad. 
  • Las viejas que andan con paraguas por debajo de los techitos de los balcones, y no se corren para dejar pasar al despistado que se olvidó de llevar uno.
  • Los automovilistas que pasan al mejor estilo Fangio, sin pensar en que un charco puede salpicar a los peatones. 
  • Los automovilistas que no se dignan a dejar pasar a los peatones que se empapan en la esquina.
  • Pisar una baldoza floja y mojar al de al lado (y empaparse a sí mismo)
  • Los taxistas que pasan a velocidad tortuga mientras el peatón indeciso no sabe si cruzar o esperar.
  • Los colectiveros que no paran para subir pasajeros.
  • Los que se deprimen porque llueve y se la pasan lamentándose.
  • La peor de todas: tener que salir de la cama, mmm....





Se fueron! ( o Neighbours II)

La mañana siguiente de mi cumpleaños, dolor de cabeza de por medio, y después de haberme acostado pasadas las 4 am, arrancó temprano. Desde arriba, mis queridos vecinos, emitían los más fuertes ruidos, se caían cosas, se arrastraban muebles, gritaban, se llamaban unos a otros. Entre sueños pensé "¿se estarán mudando?", y mezclando sueño con realidad me imaginaba la vida sin ellos. El ruido no cesaba, además del trío de siempre, ese día se habían sumado unas cuantas personas, más un carrito de supermercado que bajaba bruscamente por las escaleras y rodaba por el piso de mosaico del pasillo.
¡Qué manera de hacer ruido! Rami se despertó estornudando y entre mocos esbozó una queja, pero volvió a dormirse al ratito, y yo seguí sus pasos.
Cuando nos levantamos, después del mediodía, los ruidos se habían detenido, no volaba una mosca, y la paz reinaba en el hogar.
Entre sospechas, con Rami decidimos subir sigilosamente las escaleras, hasta la puerta de la casa de los vecinos, y con total impunidad miramos por el ojo de la cerradura..., se fueron!!, contentos y sorprendidos a la vez, volvimos al departamento con una sonrisa en la cara.
Efectivamente se habían mudado, tal como lo había soñado, sin saber cómo ni por qué. Fue casi como un regalo más de cumpleaños!
Ahora disfrutamos la paz del silencio, con intriga de saber qué nos depararan nuestros futuros vecinos.